En la reciente memoria colectiva, Javier Pradera ha quedado atrapado en su papel de analista político de El País: metódico, frío, a menudo sarcástico, siempre documentado. Ese fue el Pradera de la mayoría de la población en los últimos veinte o treinta años, porque el mundo de la edición había dejado de ser el suyo 02013;en el sentido integral de la palabra02013; desde 1989. Después siguió siendo editor, por supuesto, pero lo fue de otro modo: como consejero, asesor, auspiciador, instigador o promotor de libros de otros en editoriales íntimas, por decirlo así, y donde sus ideas o sus hallazgos no fuesen tenidos por ocurrencias o achaques de viejo editor nostálgico.
El lector que deambule sin prisas por este libro escuchará dos voces fundamentalmente. En la primera parte asistirá a la gestación en directo de un editor en formación, principiante y prudente primero, taxativo y hasta tiránico después. En la segunda, el lector escuchará la voz de la memoria de la edición, y el análisis de sus derivas y mutaciones en la España de la democracia. Javier Pradera vivió en carne propia la mutación de un ecosistema editorial que primaba los bene0FB01;cios empresariales sobre el valor cultural, y temió que iba a ser, como temieron tantos, el 0FB01;nal de un antiguo y noble o0FB01;cio.
En los últimos años Javier Pradera detecta la resurrección del o0FB01;cio en su dimensión literaria y cultural. Era posible, también, identi0FB01;car los sellos pequeños y nuevos que parecían heredar el sentido de la edición literaria histórica, la misma que habían encarnado, en otro mundo, Carlos Barral o Arnaldo Or0FB01;la. Alentaba en ese Pradera una nueva con0FB01;anza, y la esperanza racional en el feliz futuro del mejor o0FB01;cio del mundo.