Las páginas de esta novela, una de las más celebradas de la obra de Jeanette Winterson, contienen una historia de amor llena de sensuales evocaciones sobre los placeres de la carne, y ponen en tela de juicio todas las convenciones que existen en torno a la pareja.
«Escrito en el cuerpo hay un código secreto, solo visible bajo ciertas luces; los posos de toda una vida se acumulan en él... Yo no sabía que las manos de Louise podían leer. Ella me ha traducido, convirtiéndome en su propio libro.»
No sabemos si quien habla es la voz de un hombre o una mujer; solo queda claro que es la voz de alguien que ha conocido de cerca el placer, el deseo, esa deliciosa tormenta que nos trae el amor, y ahora cuenta los pasos de su pérdida.
Louise apareció un buen día como de la nada, y en seguida el tono lunar de su piel, el pelo igual que las ramas de un árbol y su manera de morder la fruta la convirtieron en ese ser único con quien queremos vivir y morir. Pero Louise llevaba un anillo en el dedo, y por su casa andaba Elgin, el hombre que era su marido desde hacía diez años, un tiempo marcado por la rutina.
Lejos de las costumbres aprendidas, llegaron las tardes y las noches en que los cuerpos de los dos amantes se iban descubriendo y escribiendo una historia que piel y mente comprendían muy bien. Luego un chantaje los alejó, y ahora ¿quién sabe? Porque el corazón nunca se da del todo; solo se presta de vez en cuando.
«Curioso que el matrimonio, una exposición pública con entrada gratis, dé lugar a la más secretas de las relaciones: el adulterio.»