"¡Quien sabe, excepto yo, que es Ariadna!" Con esta exclamación Friedrich Nietzsche dio entrada al "enigma de Ariadna" al que este libro quiere dar respuesta, despues de Gilles Deleuze en "El misterio de Ariadna". El enigma se construye en diversos planos: desde la Ariadna como máscara de Cosima Wagner, hasta la que deviene un instrumento eficaz para desarrollar el pensamiento del filósofo en los últimos diez años de su vida, centrado en el superhombre, el eterno retorno y la voluntad de poder. Enigma, tambien, porque Nietzsche no la nombra en el Zaratustra, cuando está pensando precisamente en ella, tal y como aquí se argumenta a partir de los cuadernos preparatorios -los llamados "fragmentos póstumos"- y la relación con una imagen escultórica de gran potencia, como es la Ariadna durmiente de los Museos Vaticanos, copia romana del siglo II de un original microasiático. Nietzsche pudo ver y admirar esta escultura en su estancia en Roma en mayo de 1883, justamente cuando trabajaba en la segunda parte del Zaratustra: "con el brazo apoyado sobre la cabeza", abandonada por el heroe, "acercase a ella, en sueños, "el superheroe".