Fin del trabajo, desempleo masivo, devastación psíquica, desastres ecológicos, revueltas sociales: los días de esta sociedad parecen estar contados, en muchas partes del mundo ya nada funciona en absoluto. Al rastrear las raíces de esta crisis, que bien podría ser la última, Robert Kurz señala los impasses tanto de la izquierda como del marxismo tradicional, que pretenden ofrecer una alternativa al sistema económico dominante. Ambos enfoques enfatizaron la oposición entre trabajo y capital, pusieron en el centro a una clase obrera productora de riqueza que solo tendría que ser redistribuida de forma más equitativa.
Kurz, por su parte, plantea una tesis provocadora: el trabajo no es otra cosa que la sustancia del capital, y esa supuesta riqueza es inmanente al mismo. Por lo tanto, no cuestionar el trabajo es abstenerse de cuestionar la organización de la producción, sus métodos técnicos, sus consecuencias sociales y medioambientales. También significa olvidar que las luchas populares nunca han sido tan fuertes como cuando han rechazado la condición de clase trabajadora. Al no criticar el trabajo, la izquierda y el marxismo tradicional han adoptado finalmente el punto de vista del capital. A partir de ciertas intuiciones de Marx, Robert Kurz propone, en cambio, una teoría crítica radical de la sociedad actual que no se detiene en la superficie, sino que la asalta en su núcleo sustancial.