Un elogio en voz alta de dos de los principales placeres que nos ayudan a sobrellevar nuestro tiempo en la tierra: la música y la comida.
Mercedes Cebrián decide aprender a tocar el violonchelo a una edad a la que, al parecer, ya es tarde para ser principiante. Emprende así una curiosa aventura acarreando en la espalda un instrumento poco popular en España que la lleva desde academias de música y orquestas de aficionados hasta talleres de luthiers que huelen a cocido recién hecho. La autora indaga en la naturaleza de la música, a la par que observa con lupa y cáustico sentido del humor un pequeño mundo donde desfilan talentos en ciernes o aficionados que luchan para sacarle buen sonido a sus instrumentos. Y por el camino nos invita a pasear por una Rusia mental idealizada, con sus instrumentistas y gimnastas virtuosas, por el extraño submundo de los niños prodigio expuestos en las redes por sus madres, o por mesones castizos que sirven platos de toda la vida; desde la España postfranquista hasta la pandémica, en la que, para muchos, dedicar horas a desempolvar una vieja afición ha sido vital para mantener la cordura.
Cocido y violonchelo es ese recinto amplio y cómodo donde la desmesura y la obsesión por las actividades que nos proporcionan placer son atributos de los que enorgullecerse. Este es, en definitiva, un testimonio perspicaz, erudito y ameno de las ganas irrefrenables de sacarle el jugo a la vida.
Reseñas:
«Fiel a su prosa ágil, inteligente, cercana y cargada de humor, la autora [...] nos cuenta ahora en Cocido y violonchelo cómo bien entrada en la cuarentena decide sacarle brillo a los conocimientos musicales adquiridos durante su infancia y juventud y comenzar a estudiar violoncelo. [...] Pero no es una voz narrativa que nos hable desde una postura elitista, solo para unos cuantos elegidos. Es la voz de una entusiasta que vuelve al redil de los estudios, que explica su día a día integrando esa renacida (¿alguna vez se fue?) pasión musical a lo cotidiano.» Antònia Justícia, Cultura/s, La Vanguardia
«Detecto en pocos párrafos a los escritores que tienen buen oído y buen diente. Me tardo un poco más, páginas, en detectar el buen discernimiento y el dominio del instrumento llamado idioma castellano, pues últimamente la tontería y la incompetencia gramatical, lexical y sintáctica se esconden en frases breves, con hipo. Este libro de Mercedes Cebrián tiene todas las cualidades que me seducen en la buena escritura: buen oído, buen diente, inteligencia y dominio cómodo y natural del instrumento. Se lee como quien escucha una sonata escurrirse mientras paladea una pasta perfecta.» Héctor Abad Faciolince
«Frívolo como una suite de Bach y profundo como un cocido en agosto, este tratado autobiográfico de música y gastronomía no es apto para remilgados ni puristas. Para todos los demás es un disfrute.» Sergio del Molino
«En un momento de la lectura de este libro he sentido la emoción de estar inmersa en una novela de aventuras: los delicados pasos hacia el encuentro de lo que la mueve a una a existir bien. Suspendamos por un momento la literatura que se revuelca en la angustia existencial, y romanticemos en cambio esta búsqueda del placer y la caricia del alma.Cocido y violonchelo nos ofrece un mullidísimo almohadón desde el que contemplar el recorrido de una pasión y apasionarnos con él, un mueble ergonómico desde el que se escuchan dos melodías que se entrecruzan para formar una sola: las escalas interminables de un violonchelo, tocadas con gusto y empeño, y el suave sorber de una boca sobre el tuétano a la brasa.» Sabina Urraca