Azorín escribió de Colette, a propósito de la publicación, en Francia, de El nacer del día: "Grandes escritores hay en Francia; escritores hay que tienen sólida reputación de sabiduría y de profundidad. Tal vez de esos escritores no quede nada; acaso esos escritores no se puedan leer dentro de unos años. De Colette es seguro que se leerán siempre estas páginas tan transparentes y tan delicadas..." No se equivocó en su profecía. Colette goza en la actualidad de la misma fama que gozó en vida. Es más, el respeto por su dimensión literaria ha aumentado con el paso de los años como lo demuestran las continuas reediciones de sus obras. Sin embargo, en España, Colette está todavía por descubrir. Lastrada por una reputación de intimista, su recepción en España no ha sido ni justa ni suficiente, a pesar del acertado juicio de Azorín y de que Corpus Barga dijera, también sobre El nacer del día, que era "una obra de una belleza fatal".
En esta novela, Colette, en plena posesión de sus cualidades literarias, las pone en juego para servirnos un producto impecable, donde la "aburrida prosa de la vida" es aderezada con el virtuosismo y el talento extraído de un venero poético y de una experiencia vital, tan auténticos como inagotables.