Esta primera entrega de las Memorias de Adolfo Bioy Casares se lee como una historia más de las suyas, llena de episodios en los que aparecen, se cruzan, se enredan y a veces desaparecen toda suerte de personajes y lugares, desde él mismo, niño, adolescente y adulto -aprendiz aventajado de escritor-, hasta Jorge Luis Borges, el amigo que para Bioy fue «la literatura viviente», y Silvina Ocampo, con quien los dos compartían la misma pasión por los libros, pasando por el bull-dog Firpo, familiares, estancieros, gentes del campo, habitantes de un Buenos Aires parisino y mundano, escritores vivos y muertos, conocidos y por conocer, libros, muchos libros, revistas literarias, transatlánticos, hoteles, editores, ciudades. Al lector le invade la fascinante sensación de que, en realidad, vida y obra transcurren a espaldas una de otra, como si se tratara de dos personas : el narrador que cuenta y el personaje que es contado. Mediante la magia de la escritura, la vida se convierte en obra, en literatura, en estas memorias.