Umberto Eco regresa a la Edad Media con una fascinante historia donde se confunden y entremezclan hazañas prodigiosas e inverosímiles, propias de los libros de caballerías, con andanzas y viajes a países remotos y escenarios desconocidos, un vasto fresco narrativo en el que se conjugan elementos de la novela histórica con otros propios del relato de intriga, de aventuras o del género policíaco.
En una zona del bajo Piamonte donde, años después, surgirá Alejandría, Baudolino, un pequeño campesino, fantasioso y embustero, conquista a Federico Barbarroja y se convierte en su hijo adoptivo. Baudolino fabula e inventa, pero, casi milagrosamente, todo aquello que imagina genera Historia. Así, entre otras cosas, crea la mítica carta del Preste Juan, que prometía a Occidente un reino fabuloso, en el lejano Oriente, gobernado por un rey cristiano, una carta que ha nutrido la imaginación de muchos viajeros posteriores, entre los que se cuenta Marco Polo. Baudolino crece, nace Alejandría y, años más tarde, empujado por la invención de Baudolino, Federico emprende un viaje, con el pretexto de hacer una cruzada, para restituir al Preste Juan la más preciosa reliquia de la cristiandad, el Santo Grial. Federico morirá durante el viaje -en circunstancias misteriosas que sólo Baudolino nos revelará-, pero su ahijado continuará el viaje hacia aquel reino lejano, entre los monstruos que han habitado los bestiarios del medioevo, vicisitudes llenas de magia y hechizos durante las que vivirá un delicado episodio amoroso con la más singular de las hijas de Eva. Narrada a Nicetas Coniates, historiador bizantino, mientras Constantinopla arde saqueada por los cruzados, la historia nos reserva aún algunas sorpresas, puesto que, hablando con Nicetas, Baudolino comprende cosas que no había entendido todavía y de las que se deriva un final verdaderamente inesperado.