La selección del presente volumen no obedece a criterios cronológicos, y es casual que las tres obras se sucedieran en el tiempo. El ignorante y el demente (1972), ocupa un puesto de excepción en la producción bernhardiana. Literalmente llena de connotaciones, su primera lectura suscita el recuerdo inmediato de Delvaux, Resnais o, sobre todo, Gottfried Benn..., es decir, de todos los que se han atrevido a mostrar en una autopsia el horror del cuerpo humano. La partida de caza (1974), con su interminable juego de cartas y su teatro dentro del teatro, ofrece inmensas posibilidades a unos buenos actores. Y La fuerza de la costumbre (1974), por último, es para muchos la obra maestra de Bernhard. Aunque él mismo la calificara de “comedia”, pocas veces consiguió abolir tan convincentemente la oposición entre tragedia y comedia, que era una de sus manías constantes. Los personajes, como en todas sus obras, se limitan básicamente a monologar, sin que llegue a surgir un verdadero diálogo, y no ocurre gran cosa en el escenario. Sin embargo, lo atroz y lo ridículo van de la mano y el lenguaje lo es todo: un lenguaje casi versificado, en el que el ritmo es rey.